viernes, 25 de junio de 2021

¡No te rindas como el tiburón!



Un niño fue con su padre al acuario y mientras caminaban observaron como un biólogo marino colaba a un tiburón en un gran tanque de retención para luego lanzar varios peces pequeños adentro.

Ellos expectantes vieron como el tiburón nadó rápidamente alrededor del tanque y se comió los peces, como era de esperarse.

De pronto el padre sin respuesta alguna para explicarle la situación a su hijo, decidió acercarse al biólogo para saber con exactitud en que consistía su plan, pues sentía curiosidad de saber si se trataba de algo más que alimentar a un tiburón.

 Luego de esto el biólogo insertó una pieza fuerte de fibra de vidrio transparente en el tanque, creando dos compartimientos en la pecera. Puso el tiburón a un lado y un nuevo grupo de peces en el otro.

Al instante de esto el tiburón atacó de nuevo. Esta vez, sin embargo, se estrelló contra el divisor transparente y rebotó. Sin importarle siguió repitiendo este comportamiento pero fue en vano, pues los peces nadaban ilesos en la segunda partición.

Hasta que finalmente, aproximadamente una hora después del experimento, el tiburón se rindió.

El niño maravillado por saber el resultado del experimento pidió a su padre que continuara llevándolo durante las siguientes semanas y así fue.

Un día el padre del jovencito notó que el tiburón se volvía menos agresivo e intentaba con menos fuerzas atacar a los peces, hasta que finalmente se cansó de golpear el divisor y simplemente dejó de atacar por completo.

Al mes siguiente volvieron para por fin descubrir los resultados y vieron que el biólogo retiraba el divisor, en ese momento el niño entro en pánico pues no quería ver a los peces morir otra vez, pero para su sorpresa el tiburón no atacó.

Fue entonces cuando su padre le explico: – Hijito este es el tan esperado resultado que se volvió una lección para mí, el tiburón fue engañado para creer que existía una barrera entre él y los otros peces, por lo que ahora nadan donde quieren y son libres de daño.

En ocasiones nos sentimos agotados de tanto intentar y constantemente fracasar. Nos proponemos serle fiel a Dios pero fallamos nuevamente.

Aún así no debemos darnos por vencidos, la vida está llena de dificultades y derrotas, pero Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder y dominio propio (2 Timoteo 1:7).

No permitamos que el desánimo se apodere de nuestra mente y nos haga desistir, ya que muchas veces nos rendimos después de haber fallado más de una vez. Todos tenemos metas que anhelamos cumplir, en el trabajo, los estudios, incluso en el ámbito espiritual, oremos pues a Dios y acudamos Él para que a través de sus fuerzas además de su gracia obtengamos lo mejor para nuestra vida.

Seamos esforzados y valientes dejando a un lado el miedo a fracasar, ya que algunas veces esto nos sirve para tomar en cuenta que sin la ayuda de Dios no podemos.

«Dios es el que me ciñe de poder, Y quien hace perfecto mi camino»Salmo 18:32.

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