Djadi explicó el motivo de la creciente preocupación en torno a África Occidental. «Los extremistas islámicos se aprovechan de la debilidad de estos gobiernos -ausencia de Estado y buena gobernanza, pobreza, porosidad de las fronteras, falta de educación, etc.- y lo utilizan para dividir a los países según criterios étnicos y religiosos”.
Según el analista, África Occidental se ha convertido en el nuevo epicentro del yihadismo internacional, especialmente en torno a Malí, Níger y Burkina Faso.
«En Burkina Faso hay una dramática crisis humanitaria con cerca de 1,5 millones de desplazados internos, 3.000 escuelas cerradas y cerca de medio millón de niños sin educación», señaló.
Los cristianos son el principal objetivo de los extremistas porque quieren establecer un califato y una república islámica. Y los cristianos son el objetivo porque no son musulmanes, aunque los yihadistas también atacan a los musulmanes moderados», aclaró.
El norte de Burkina Faso, por ejemplo, ha sido vaciado de su población cristiana. «Algunos han sido asesinados, otros se han visto obligados a huir. Las iglesias y las escuelas han sido cerradas», reveló.
Asimismo, dijo que hay que poner los ojos en la complejidad y la magnitud de la violencia en África Occidental.
«Porque no está recibiendo la atención que merece. Mi temor es que, con toda la atención centrada en todo lo que está ocurriendo en Afganistán, se olvide a África Occidental», dijo.
«La comunidad internacional tiene que ayudar a mantener la buena gobernanza en estos países y tiene que haber una respuesta holística porque la respuesta militar ha fracasado. Una respuesta militar no es suficiente», continuó.
Además, el analista señala la necesidad de desarrollo social y económico, más escuelas y más empleos. «Porque cuando hay falta de esperanza económica, la gente es presa fácil para el reclutamiento de grupos militantes».
Djadi también explicó que con tanta violencia, incluso las iglesias se han convertido en víctimas. «La comunidad internacional también debería apoyar a las organizaciones religiosas y a las iglesias, porque han prestado mucha atención social y asistencia a las personas necesitadas».
«Las organizaciones cristianas están sobrecargadas y, por tanto, no pueden seguir ayudando. La comunidad internacional debe ayudarles para que puedan seguir haciendo el buen trabajo que llevan haciendo desde hace muchos años de apoyo a las personas necesitadas».
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