sábado, 7 de enero de 2017

LAS IGLESIA DE ALEPPO ABREN SUS PUERTAS A FAMILIAS MUSULMANAS DESPLAZADAS

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La vida no es sencilla para Kristina, una madre siria de 28 años, descendiente de cristianos armenios que ha vivido con su esposo en Aleppo desde mucho antes que la guerra comenzara en el 2011. Fue en esa ciudad asediada donde Kristina dio a luz a su primogénita hace 18 meses. Trajo a su hijita a la casa donde el contacto de World Watch Monitor se reunió con ella para una entrevista. Mientras su madre habla, la pequeña explora la habitación. “Por favor cierra la puerta; me gustaría estar pendiente de ella” pide Kristina, no dejando que su hija escape de su vista.
Con el dolor todavía visible en sus ojos, Kristina recuerda sus primeros días como madre en la primavera del 2015 –la guerra arreciaba; los servicios de electricidad, gas y agua estaban suspendidos la mayor parte del tiempo y su familia era incapaz de visitarla y ayudarla. “Las primeras dos semanas después de que mi hija nació, fueron las más duras de toda mi vida” dice Kristina. “Había tanto frío que trasladamos nuestros colchones a la sala, que era la habitación más cálida de la casa. Vivimos ahí por dos semanas, sobre el piso y arropados por las sábanas.” Tan pronto como la situación se calmó, Kristina, su esposo y su hija recién nacida viajaron a la seguridad del cercano país de Líbano. Al principio, intentaron hacer un viaje corto, pero cuando la violencia se incrementó y el área cristiana de Aleppo estaba siendo bombardeada, la joven familia decidió esperar para que la guerra terminara antes de regresar a Sira. “No podía dejar que mi hija creciera en medio de todos esos peligros” dice.
Con la violencia prolongándose y empeorándose, más cristianos han abandonado gradualmente Aleppo. Kristina cuenta que en su iglesia, solo queda el 10% de la membresía. “¿Pero sabes qué es lo sorprendente? Que la iglesia todavía está llena; gente desplazada está reemplazándolos –sobre todo musulmanes que ahora vienen a la iglesia”. Kristina nos cuenta que en Siria, las actividades infantiles captan la mayor atención. La lucha es más pesada en áreas musulmanas y muchos sirios de Aleppo han migrado a las áreas cristianas para buscar refugio. Para muchos musulmanes, es la primera vez que se mezclan con cristianos.
“Muchos musulmanes estaban genuinamente sorprendidos cuando conocieron a mujeres cristianas en nuestras iglesias dispuestas a servirles. ¡Su imagen acerca de las cristianas era que pasaban casi todo su tiempo bailando en clubs nocturnos y bebiendo alcohol! Conocernos fue un choque tanto para ellos como para nosotros, dice Kristina. Kristina también dice que las mujeres musulmanas estaban sorprendidas al ver que las iglesias ofrecían apoyo y programas de asistencia para todos los sirios, y no solo para los cristianos. “Sus mezquitas no hacen eso”. “Muchos están cuestionando la fe en la que crecieron y han abandonado su hostilidad hacia los cristianos.” Un creciente número de niños musulmanes ha estado asistiendo a las actividades infantiles, donde la Biblia es expuesta diariamente. “Las madres no tienen problema con eso” dice Kristina. “Ellas ven como algo positivo que sus hijos aprendan acerca de Dios. Usualmente los esposos son más estrictos.”
Gradualmente, las madres y, en algunos casos familias musulmanas enteras se han identificado con las actividades de la iglesia, incluidos los servicios. “Eso no ocurría antes de la guerra” dice Kristina. “Aun cuando los musulmanes se sienten temerosos –especialmente cuando entran y salen del edificio– están ahí. Los niños han abierto las puertas de la iglesia, les siguieron las mujeres, y finalmente los hombres”. Kristina dice que las mujeres musulmanas “se sienten liberadas cuando se percatan que la iglesia no las ve como meras máquinas útiles solamente para limpiar, dar a luz y criar hijos como muchos hombres musulmanes piensan. En el islam, muchas mujeres carecen de derechos. Cuando sienten que como cristianas realmente le importan a alguien, se sienten como el cielo. Se dan cuenta de que es posible vivir como mujeres independientes para soñar” dice Kristina. En lugar de quejarse por la guerra, Kristina habla de una “era dorada” para la iglesia en Medio Oriente. “Por primera vez en la historia, los musulmanes están viniendo a nosotros. La única cosa que tenemos que hacer es contarles las buenas nuevas; ellos están esperándolo” dice. “Se dan cuenta de que al vivir en un entorno cristiano, el mensaje será compartido. Podrían incluso percibir como un signo de debilidad si no lo hacemos”.

Fuente: www.opendoorsusa.org

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